Embarazo con Lupus & Cesárea



Si ya de por si traer una vida al mundo conlleva un esfuerzo enorme por parte de nuestros cuerpos, imagínense agregarle el hecho de padecer una enfermedad crónica. Tengo Lupus. Y si estás leyendo esto, es probable que sepas de lo que estoy hablando, de lo contrario:
El lupus es una enfermedad autoinmune, es decir, el propio sistema inmunitario ataca las células y tejidos sanos por error. Esto puede dañar muchas partes del cuerpo, incluyendo las articulaciones, piel, riñones, corazón, pulmones, vasos sanguíneos y el cerebro.
Y por medio de una cesárea programada, el día viernes 14 de diciembre del  año 2018, llegó al mundo mi amada Bianca. Pero para llegar a ese momento, tuve que pasar por mucha incertidumbre, ya que padezco esta enfermedad desde los ocho años...




Me enteré de mi embarazo en abril del año pasado. No había sido planificado, y hace casi dos años que había estado controlando el Lupus (inactivo) de forma esporádica. Más bien, buscando un buen doctor que por fin me ayudara, y sin tratamiento fijo me enteré que sería mamá. Me entró el pánico. Siempre había escuchado historias horribles de embarazos con Lupus. Y si bien mi enfermedad no estaba activa, tenía claro que esa situación podía cambiar de la noche a la mañana durante la gestación. Como era de esperarse, me derivaron a Alto Riesgo Obstétrico y de ahí el Ginecólogo me envió a Medicina General y a un Reumatólogo para saber en qué situación estaba mi enfermedad. 

Mi primera visita al médico de Medicina General ocurrió cerca de los seis meses de embarazo (gracias a la rapidez de la salud pública chilena) y resultó alarmante. Yo iba con diagnóstico de Lupus, Fibromialgia, Insuficiencia Hepática y Resistencia a la Insulina, y él me comentó de inmediato el peor escenario que podría suceder durante mi embarazo. De todo, lo que más recuerdo es que mencionó sufrimiento fetal. Me alarmé al pensar en mi cuerpo atacando a mi bebé y la idea de que estuviese sufriendo por mi culpa me perturbó. Llegué a mi casa llorando y con una lista interminable de exámenes por realizar. Por suerte, todo quedó en posibilidades, y aunque mi primer encuentro con este médico me resultó perturbador, debo decir que es el único que me ha dejado satisfecha y tranquila ya que se aseguró de que todo pudiese llegar a buen termino. 

El embarazo siguió avanzando de forma normal. El Lupus se mantuvo inactivo, y no presenté ningún mayor inconveniente, más que al final cuando los huesos comenzaron a dolerme un poco más de lo usual debido al aumento del vientre, y tuve que ir a urgencias para que me inyectaran calmantes para el dolor. Me controlaron con exámenes mensuales, y pude llevar a termino mi embarazo. Por consejo del médico opté por programar una cesárea, ya que mencionó que si bien la enfermedad no se había activado durante la gestación, era probable que durante un parto vaginal, el cuerpo identificara a mi bebé como algo extraño, durante las horas de trabajo de parto. Así que para no correr el riesgo, decidí aceptar la sugerencia. Me recomendaron un Ginecólogo y desde el primer momento supe que estaría en buenas manos, y que nada impediría el nacimiento de mi pequeña...


Mi cesárea estaba programada para las 12:30 del día viernes 14 de diciembre, por lo que tuve que llegar casi dos horas antes para la preparación y con un ayuno que me pareció eteeeerno. Como preparación mental, meses antes vi muchos videos de cesáreas y traté de informarme todo lo posible con respecto al proceso; las ventajas, desventajas, el tipo de anestesia, etc. Quería estar preparada ya que sería mi primera cirugía, y no quería estar nerviosa.

En la habitación empezaron a monitorear a la bebé y me inyectaron suero. Hasta ese momento no sentía nervios. Estaba en compañía de mis seres queridos. Sin embargo, cuando me trasladaron hasta la sala pre-operatoria, comencé a sentir pánico. Vi como sacaron de pabellón a un niño que despertó de la anestesia completamente confundido, comenzó a gritar y tuvieron que explicarle que ya había ocurrido su cirugía. De pronto miré hacia la cama que estaba junto a la mía, y vi a una niña a la que ya habían operado, y se veía tranquila. Era tan pequeña, y se veía tan calmada que me obligué a calmarme, ya que si ella siendo tan niña podía estar tranquila, yo también podía.

Cuando vi el rostro conocido de mi ginecólogo, sentí como los músculos de mi estómago comenzaron a relajarse. Me trasladaron al pabellón, y la matrona (otro rostro conocido), me presentó al anestesiólogo, y me explicaron como sería la temida inyección en la parte baja de mi espalda. La matrona me abrazó, mientras el anestesiólogo hacía su trabajo, al mismo tiempo en que me hablaba para intentar tranquilizarme. Debo decir que no sentí absolutamente nada. Incluso me reí cuando empecé a sentir adormecidas las piernas. Luego de un rato, al fin entró a pabellón el rostro conocido que yo estaba esperando ver en ese momento, el papá de mi hija. Y a los pocos minutos, la cirugía comenzó. Debo decir que en un punto sentí mi corazón un tanto acelerado, y pensé que me iba a suceder algo malo, pero a mi izquierda estaba el papá de mi hija filmando todo, y a la derecha el anestesiólogo muy pendiente de mis signos vitales.

Y por fin, a las 12:51 escuché el llanto de mi hija anunciando su llegada a este mundo, sentí que todo estaría bien.

Luego de esto, la pusieron sobre mi pecho y pude disfrutar unos minutos hermosos con ella. Después, ella y su papá se fueron a otra sala donde la limpiarían y vestirían. El ginecólogo comenzó a suturar mi vientre, y yo solo me sentía en las nubes. Me reía y lloraba a la vez. Es algo simplemente indescriptible. Sabía que desde ese minuto mi vida había cambiado por completo.

Cuando mi herida ya estaba cerrada, el médico me dio un beso en la frente y me prepararon para llevarme a la sala post-operatoria. Ahí estuve cerca de una hora, tocando mi vientre "plano", sintiendo una especie de vacío, porque mi pequeña Bianca ya no estaba ahí, sino que estaba en otro lugar con su papá.

Al sacarme de ahí me llevaron hasta la habitación, donde pude ver a mi familia, y a mi hija. Y ahí me di cuenta de que el trabajo de la maternidad recién comenzaba.

El embarazo y la cesárea ya estaban superados, pero venía otra prueba, la lactancia...

Pero de eso hablaré en otra entrada...


¡Gracias por leer!








Si quieren saber los nombres de los médicos con los que me atendí durante el proceso, lo puedo responder en los comentarios. Todos los médicos trabajan en la Quinta Región.


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